El último testimonio de Gaztenpresatik fue el de Laida San Sebastián que, tras casi 20 años como emprendedora en el ámbito social, ahora comparte sus conocimientos y experiencias con el alumnado de la Escuela Politécnica de la Universidad de Mondragón, donde es responsable de Emprendimiento Tecnológico.
“Yo soy la inventora del ‘sí’ a todo”, confesó Laida en un guiño a la intervención anterior de Andrea Fernández. Precisamente fue esa actitud la que le llevó a estudiar ingeniería, cuando ella lo que tenía pensado era ser odontóloga. “Mi madre, que me veía muy lista, fue la que me apuntó en ingeniería y yo, como no tenía un foco claro, allí que fui”.
La universidad puso a prueba su resiliencia por primera vez. “Siempre había tenido sobresalientes en todo y, el primer año de la uni, voy y saco siete suspensos de diez asignaturas”. Pero esto no la desanimó y puso todo de su parte para superar esos suspensos y continuar estudiando ingeniería.
Emprender sin una idea, ni experiencia, ni dinero
Con esa perseverancia, Laida llegó al último año de carrera y fue entonces cuando un profesor les comentó que una de las posibles salidas laborales era montar una empresa. “A mí nunca se me había pasado por la cabeza eso del emprendimiento, pero me pareció que podía estar bien”.
De esta forma, sin una idea de negocio clara, sin experiencia y tampoco sin dinero, Laida puso en marcha su primera empresa para mejorar la calidad de vida de las personas mayores y con discapacidad. “Fui una emprendedora ‘old school’. No salía a la calle a ver qué hacían otros; mi fuente de información era Internet”.
A pesar de ello, a Laida no le fue tan mal y mantuvo su proyecto vivo, con un socio, durante 17 años. “Conseguimos tener un equipo de 25 personas y un clima de trabajo muy bueno. Es cierto que nuestra forma de gestionar la empresa era en ‘plan ONG’. Es decir, los beneficios que generó el negocio nunca los repartimos entre los dos socios; siempre se invirtieron en la empresa, en mejorar las condiciones…”.
Pero entonces hubo un período de decrecimiento del negocio y tuvieron que reducir el salario de la plantilla. A partir de ahí, el ambiente empezó a emponzoñarse y se produjeron una serie de juicios laborales que Laida ganó “a costa de perder un equipo, la confianza y la energía”.
Finalmente, en 2017, decidió poner punto final a su aventura emprendedora. “No tenía ganas de seguir con el proyecto. Conseguí la subrogación de todo el personal y me quedé a 0, sin dinero, pero sin deudas”. En este escenario, no quedaba otra que ponerse en marcha otra vez. “Soy madre con dos hijos; tenía que salir adelante”.
Empezando de nuevo
Todo lo vivido en esas casi dos décadas como emprendedora, y muy especialmente en esa etapa final tan dura, le sirvió para darse cuenta de todo lo que no había funcionado en su empresa, incluso en el origen. “Ahí me di cuenta de lo importante que es el trabajo que hacen entidades como Gaztenpresa ayudando a las personas emprendedoras a fijar objetivos y hacer un plan de negocio con cabeza y realista”.
Este proceso de reflexión le sirvió para darse cuenta de que lo que más le apetecía hacer en esta nueva etapa de su vida era compartir todo lo que había aprendido con su negocio con las personas más jóvenes que se plantean emprender, y qué mejor forma de hacerlo que a través de la universidad.
Esta vez sí tenía un foco claro así que, gracias al apoyo de su familia y trabajando como interim manager freelance, consiguió doctorarse en psicología en tiempo récord y convertirse en profesora en la Universidad de Mondragón. “Ahora intento hacer consciente al alumnado de todo lo que implica poner en marcha una empresa, que tengan claro el foco, sus valores y el camino que tienen que seguir para materializarlos”.
¡Muchas gracias por tu testimonio, Laida! ¡Y también a Andrea, Elsa y Keko! Hemos aprendido mucho con vosotros en Gaztenpresatik. ¡Hasta la próxima!